viernes, 9 de noviembre de 2018

Carta a mi amiga en la distancia

       Aún recuerdo cuando te vi por primera vez, o mejor dicho cuando me di cuenta de tu presencia. Nunca había conocido alguien más callada que yo. Había un misterio rodeándote, provocaste la intriga de muchos, una belleza oscura que me pareció tan difícil penetrar, hasta que me di cuenta que tu sonrisa iluminaba tu rostro y se contagiaba de manera tan hermosa. Recuerdo haber sido cómplice de cada locura que se le ocurría a nuestra loca favorita, pero no te quedabas atrás, tu imaginación siempre volaba buscando un modo de meternos en problemas. Una de esas veces, te metiste en un problema al que todos temíamos. Temblamos de miedo ante la posibilidad de que perdieras tu juventud, pensamos lo peor. Nadie hubiera imaginado que ese problema se convertiría en ese pequeño angelito que reforzaría nuestra amistad, como un pegamento que ninguna de nosotras podría haber previsto. Es cierto, pareció un error al principio, pero la voluntad de Dios es perfecta y esa pequeña criatura que creció en tu vientre de manera tan anticipada, sin permiso alguno, será grande en espíritu y tan hermosa como su madre. Ya no éramos solo nosotras, había otra personita que entraba a nuestro grupo y lo llenó de amor. Nos convertimos en tías, porque eso somos para los hijos de nuestras hermanas, ese tipo de tías arcagüetas que se esfuerzan por ver una sonrisa en esas caritas tan hermosas. Recuerdo que me regañaste por eso. Ya eras toda una mujer con una familia que educar, y pensar que yo era quien te regañaba antes. Sin importar que pasara horas aconsejándote ibas y hacías lo que querías; siempre fuiste un espíritu libre, y espero que esa misma libertad llena de belleza se la transmitas a tus hijas. Mis ojos se humedecen por tenerlas tan lejos, pero mi corazón se llena de alegría porque sé que a pesar de la distancia, a pesar de la falta de comunicación, después de tanto tiempo sin vernos, nos abrazaremos muy fuerte y hablaremos, jugaremos y reiremos, tal cual como solíamos hacerlo cada día en nuestra adolescencia. Con la misma alegría, con la misma inocencia y picardía con que solíamos ver la vida en aquella época, porque pudimos haber cambiado, nuestras responsabilidades son otras, nuestras vidas dieron un vuelco impresionante, pero nuestra amistad se mantiene, a pesar del tiempo, de la distancia, nuestros corazones siempre se unen para dar amor y enseñar a la próxima generación el significado de la verdadera hermandad.  

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