Hace tiempo leí un artículo que enseñaba algo con lo que no estoy de acuerdo; Dios te ama si tú lo amas. Muchas veces interpretamos a Dios como nos interpretamos a nosotros mismos, caemos en el error de pensar que nuestro padre ama igual que nosotros. Si se nos fue predicado el amar a nuestro enemigo, entonces ¿por qué pensar que Dios solo ama a los que le aman? Muchos piensan esto, porque no práctican el amor real. Los seres humanos vemos como algo tonto profesar amor a quien te profesa odio, tratar con cariño y amabilidad a quien es desagradable con tigo, pero Dios no es así. Él nos ama incluso antes de nacer, él nos ama más que nadie. Él te pide que lo ames, te pide que no lo ignores, él te extraña y nunca te rechazará. Si vuelves a sus brazos, él te abrazará con amor, porque él es amor y para sentir ese amor solo tienes que buscarlo, para sentir la felicidad real y completa que todos anhelamos, solo acercate a él y descubre lo maravilloso que es ser feliz de verdad.
sábado, 24 de noviembre de 2018
sábado, 17 de noviembre de 2018
Carta a aquel que pudo ser...
Aun
recuerdo el día que te vi por primera vez, sin duda la imagen más perfecta que
se pudo clavar en mi mente, tu carita toda tímida evitando mi mirada, tu
sonrisa picara, tu voz suave; trato de imaginar algo más hermoso y tierno que
tus ojitos tratando de esconderse de mí. Jamás tuve tantos deseos de darle
cariño a alguien como en ese momento. Cuanta ternura me da que recuerdes solo
lo que quiero que olvides y olvides eso que quiero que recuerdes. Cuando fuiste
más allá de lo que veían todos y me hiciste sonreír con un par de frases, si
supieras lo difícil que era lograr eso, si supieras cuanto esperé para que
alguien se diera cuenta de esas partes de mí, tal vez las hubieras valorado
más. Todas esas conversaciones borradas son testigos de cosas tan banales como
de todo lo prohibido. Siempre me pregunté si alguna vez me incluiste en tus
oraciones, si estuve alguna vez en tus pensamientos, si no fueron solo
palabras, si estarías dispuesto a hacer tan solo una cuarta parte de lo que yo
haría por ti. Tu voz suave y amable me transportó una vez a lugares que no creí
volver a visitar. Esos lugares que solo visitan la ilusión y la alegría, el
verdadero cariño que poco a poco se va transformando en amor, puro y
desinteresado, ese amor bonito que atraviesa tormentas, carga pecados y
comparte consecuencias. Solo Dios puede amar a todos sus hijos por igual, en
cuanto a nosotros, estamos destinados a encontrarnos a personas que querremos
en nuestras vidas más que a otras. Siempre habrá personas cuyos nombres
olvidaremos en un par de años, quizás menos. Personas que aunque recordemos sus
caras, no recordaremos su esencia. Tú me mostraste tu esencia y se impregnó en
la mía, fue tu alma la que me hizo tocar el cielo y me mostró un sentimiento
más allá de lo físico, de lo lógico. Pudiste hacerme el amor sin tocarme,
erizar mi piel sin sentirla, conociste mi alma sin verla, con cada latido me
hacías más tuya, fuera de todo lo racional, nuestros corazones fueron uno solo,
por un breve destello de tiempo, casi un suspiro, un segundo en la eternidad
dedicado solo a nosotros. Mi sentido de supervivencia te dejó pasar como una
criatura que regresa a su hogar buscando calor. Te posaste en mi pecho sin pedir
permiso, rompiste el muro que construí durante años y me llenaste con una
dulzura preciosa. Incluso al conocer tus defectos también los amé, los abrase
porque eran parte de ti, y todo de ti me parece hermoso, soñaba con el día en
que hicieras lo mismo, pero ese día nunca llegó, mis defectos eran demasiados
como para amarlos quizás. Por un instante casi fugaz llenaste mi sonrisa de
verdadera felicidad, ya no era una simple expresión de mi cara buscando alegrar
a alguien más, era para ti, te pertenecía completamente, por un instante fui
feliz solo porque tú existías en este mundo. No vi tu dolor, no vi tu soledad,
solo me enfoque en mi corazón y no vi que el tuyo necesitaba ayuda. Una ayuda
que yo no podía darle, una necesidad de felicidad que yo no podía satisfacer, no
era capaz en ese momento de dártela, reaccioné tarde, nunca me dijiste, ni una
oportunidad me brindaste, y por las razones equivocadas fuiste a buscar compañía
en los brazos que ya conocías, dejando los míos más vacios aún, sin fuerzas si
quiera para volver a levantar aquel muro. Mi corazón ilusionado me engañó, me
hizo creer algo que yo sabía no era cierto, me hizo creer que tú me querías o
que alguna vez lo harías. Me di cuenta que tal vez fuiste solo un espejismo,
una ilusión que desapareció en cuanto ya no fui suficiente. Quizás fui yo un
simple paso en tu vida, una droga con efecto momentáneo, a la que ni siquiera
te hiciste adicto. Como sea, en realidad no importa, lo que importa es que Dios
me dio un regalo hermoso al ponerte en mi camino, aunque no fuera digna de
ello. Para mí eres mucho más que un amigo, eres y serás la mejor prueba de que
nuestro padre nunca me dio la espalda, a pesar de todo. Quiero que sepas que me
inspiraste, cada momento que pase contigo en cuerpo y en alma, fui tocada por
ti, de una manera más allá de lo físico, puse algo de ti y de este sentimiento
en cada obra que creaba y en cada proyecto en el que participaba. Me pregunto
si algún día entenderás que muero por esa sonrisa, que nunca quiero ver
apagada, por esos ojitos tímidos, que nunca quiero ver llorar, por esa voz seductora, por esa actitud picara
y ese buen corazón que nunca quiero ver lastimado. Yo te abrí mi corazón, pero
el tuyo siempre le perteneció a alguien más, solo espero que sepa cuidarlo bien
esta vez…
viernes, 9 de noviembre de 2018
Carta a mi amiga en la distancia
Aún
recuerdo cuando te vi por primera vez, o mejor dicho cuando me di cuenta de tu
presencia. Nunca había conocido alguien más callada que yo. Había un misterio
rodeándote, provocaste la intriga de muchos, una belleza oscura que me pareció
tan difícil penetrar, hasta que me di cuenta que tu sonrisa iluminaba tu rostro
y se contagiaba de manera tan hermosa. Recuerdo haber sido cómplice de cada
locura que se le ocurría a nuestra loca favorita, pero no te quedabas atrás, tu
imaginación siempre volaba buscando un modo de meternos en problemas. Una de
esas veces, te metiste en un problema al que todos temíamos. Temblamos de miedo
ante la posibilidad de que perdieras tu juventud, pensamos lo peor. Nadie hubiera
imaginado que ese problema se convertiría en ese pequeño angelito que
reforzaría nuestra amistad, como un pegamento que ninguna de nosotras podría
haber previsto. Es cierto, pareció un error al principio, pero la voluntad de
Dios es perfecta y esa pequeña criatura que creció en tu vientre de manera tan
anticipada, sin permiso alguno, será grande en espíritu y tan hermosa como su
madre. Ya no éramos solo nosotras, había otra personita que entraba a nuestro
grupo y lo llenó de amor. Nos convertimos en tías, porque eso somos para los
hijos de nuestras hermanas, ese tipo de tías arcagüetas que se esfuerzan por
ver una sonrisa en esas caritas tan hermosas. Recuerdo que me regañaste por
eso. Ya eras toda una mujer con una familia que educar, y pensar que yo era
quien te regañaba antes. Sin importar que pasara horas aconsejándote ibas y
hacías lo que querías; siempre fuiste un espíritu libre, y espero que esa misma
libertad llena de belleza se la transmitas a tus hijas. Mis ojos se humedecen
por tenerlas tan lejos, pero mi corazón se llena de alegría porque sé que a
pesar de la distancia, a pesar de la falta de comunicación, después de tanto
tiempo sin vernos, nos abrazaremos muy fuerte y hablaremos, jugaremos y
reiremos, tal cual como solíamos hacerlo cada día en nuestra adolescencia. Con
la misma alegría, con la misma inocencia y picardía con que solíamos ver la
vida en aquella época, porque pudimos haber cambiado, nuestras
responsabilidades son otras, nuestras vidas dieron un vuelco impresionante,
pero nuestra amistad se mantiene, a pesar del tiempo, de la distancia, nuestros
corazones siempre se unen para dar amor y enseñar a la próxima generación el
significado de la verdadera hermandad.
jueves, 8 de noviembre de 2018
Carta a nuestra loca favorita
Aún
recuerdo cuando te conocí; éramos apenas unas adolescentes ingenuas y
juguetonas, que empezaban a ver la vida con un color diferente. Dos flores
rebeldes que no se conformaban con sueños sencillos y banales. Nunca imaginamos
lo importante que pasaríamos a ser la una para la otra ¿recuerdas que nos
caíamos mal? Yo no soportaba que hablaras como solías hacerlo y yo por el contrario
ni una palabra decía. Nos dimos una lección de vida, que las primeras
impresiones no siempre cuentan y que el corazón puede ser conmovido por quien
menos nos imaginamos. Estos años de amistad, en los que nos hemos conocido
nuestras alegrías, tristezas, fortalezas y debilidades, no son nada con lo que
nos espera. El futuro es prometedor y está aquí. Ya no somos esas adolescentes,
sabemos como es el mundo, hemos visto los diferentes colores que puede ofrecer,
sentido en carne propia su belleza y también su crueldad. Hemos cambiado como
personas, ya nuestras diversiones no son las mismas, lo que amamos ha cambiado
y nuestros intereses y planes junto con ello. Nuestras mentes, corazón y alma,
ya no son las que eran, la ingenuidad y los juegos han cambiado de forma para
convertirse en algo más; algunos lo llaman crecer. El mundo adulto puede ser
tan cruel, lleno de monotonía, mucho más aburrido de lo que habíamos imaginado
¿cierto? Aún recuerdo todos esos planes juntas que nunca llevamos a cabo, que con
gran entusiasmo soñábamos el día que se dieran. Pero no me siento triste, la
voluntad de Dios es inquebrantable y los sueños mutables. Es curioso como
estando juntas, nos transportamos a esa época en la que soñábamos con la
felicidad que nos prometía el mundo, y volvemos a ser ese par de jovencitas
juguetonas, pensando en la siguiente travesura. Recordar cada locura que ha
pasado por nuestras cabezas, me alborota el corazón, un corazón tantas veces
roto, tantas veces triste, que supimos sanar con el cariño de la otra. Antes de
conocerte no sabía lo que era la verdadera amistad, no creía que podía existir
tal cosa, así que me hice a la idea de que algún día tomaríamos caminos
separados y que solo serías un recuerdo más; sí, nos separamos, nuestros
caminos, actitudes, ideas, desde un principio no congeniaban en lo absoluto,
pero aún así, aquí seguimos, inseparables, más fuertes que nunca, unidas por un
lazo inquebrantable, que nos hace algo más que familia.
martes, 6 de noviembre de 2018
Carta a Dios
Tengo
hambre de tu susurro, del aliento que soltaste aquel día en el que te abrí mi
corazón y mostré mi vulnerabilidad. De aquel soplo cálido que me tocó en lo más
profundo, que me mostró la más triste realidad de mi existencia y me quebrantó
desde el más insondable fondo de mi alma. Toqué fondo, me sentía sola, ni un
susurro de animo o alegría tocó mi puerta, no obtuve ni un atisbo de piedad de
este mundo, ni un momento de satisfacción de mi propio cuerpo. Mi corazón roto,
mi alma seca, mi vida descarrilada, mi sonrisa falsa, tan necesitada de amor.
La desesperación se adhería a mí y no me soltaba, ir a dormir para siempre me
parecía tan tentador, tan pacifico, poner fin a todos los problemas; pero ahí,
a punto de abrazar el suicidio, había una voz, un susurro dentro de mí, que me
decía que si le ponía fin a los problemas también le ponía fin a la lucha y al
futuro, que si bien le ponía fin a la tristeza también a la esperanza de
felicidad. Perdí la cuenta del número de veces que me sentí tentada a buscar ese
escape, ese miedo a la vida que me consumía más y más. Un día busqué algo que
consideraba incluso menos probable; te busqué a ti. Por un par de segundos casi
indescifrables, levanté mi voz al cielo y pedí una señal, un mínimo de
misericordia que le fuera dada a esta vida tan pobre de espíritu. Y no te
hiciste esperar, acudiste en mi ayuda, esos pocos segundos bastaron para que
intervinieras. Me pusiste delante la solución, solo tenía que tomarla y lo
hice, no sin antes dudar. Cada día de mi vida te agradezco ese pequeño momento
que hizo la diferencia. El día en que inicié mi camino de regreso hacía ti,
para que me abrazaras de nuevo, para aferrarme a ti y postrarme a tus pies. He
regresado a tu lado y te amo más que nunca. Durante mucho tiempo exploré soluciones
espirituales, buscando algo que se pareciera al amor que sentía cuando me
tenías en tus brazos, te evité a toda costa, como una niña rebelde y orgullosa,
no quería aceptar que estaba equivocada y que solo a tu lado la felicidad es
real. No te amo por lo que me das, te amo porque me amas, a pesar de todo, sé
que siempre estuviste ahí, que me amaste cuando yo te negué, que me protegiste
y que no me abandonaste. Yo que antes fui rebelde, yo que en un tiempo tuve tu
gracia delante de mí, yo que pude ser libre de cadenas del mal, que pude
abrazarte y escucharte, y me negué fervientemente. Yo que vi tus milagros con
mis propios ojos y que sentí tu espíritu expulsando demonios a través de mi
garganta, y que con gran rebeldía me los volví a tragar. Yo, mujer tan indigna
que mancilló tu nombre y se burló de tu palabra. Fueron tantos los llamados a
los que me negué a acudir, tantas las veces que negué tu gracia, tu amor, que
podría creer que no merecía volver a tu casa, bajo tu amparo; pero me acogiste,
me abrazaste y me diste la bienvenida de nuevo, donde siempre me estuviste
esperando con los brazos abiertos. No hay nadie que pueda profesar tanto amor
de la forma en que tú lo haces, ahora sé que soy amada y sonrío fielmente
porque tú estás conmigo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)